Un haz de fatigas y premuras
me levanta en medio de la nada...
tomo del fuego , tierra
y del aire, agua...
pero me bebo la conciencia
de ser polvo con alma,
un nervio con ojos y con dientes,
un afán que respira y se apresura.

Encontré una piedra y dije
es mía...
la colonizo, la levanto, la pulo
la hago un dios, la imagino casa...
hago arcos y despabilo espigas
pero la piedra
sigue siendo piedra
sin respuestas.

Entonces, tropecé con el mundo
y no supe que hacer.
Lo tuve entre mis manos
quemé las venas abiertas
besé el misterio de sus cuevas
lamí la sal de sus montañas
forniqué sin brío sus mesetas
el mundo siguió siendo mundo
sin palabras.

La noche no era negra
era un caos de estrellas ahorcándose
de hordas planetarias en masacre
una voz de odio disparaba las órbitas
no había atmósferas ni superficies
ni siquiera sé si el odio la moraba

Sólo sé
que tenía enfrente un universo.

Sucedió al fin. Fue hoy por la mañana que me di cuenta al hacer mi última ronda.


Las agujas estaban detenidas, la presión estaba en cero. Podía ver el fondo…y nunca, en los treinta años que llevo a cargo, esto había ocurrido.

Luego, los teléfonos comenzaron a sonar, una … y otra… y otra vez. Toda la mañana.

Intenté responder las primeras llamadas pero no tenía una respuesta… y dejé que siguieran sonando. Deambulé en la oscuridad y el silencio. Me senté. Aprovechando que el teléfono había dejado de sonar, marqué un número .


-Hola!- resonó una voz del otro lado de la línea

-Soy el encargado del cárcamo central…


-¿Allá también…?
-Sí… aquí también…


-No han dejado de llamar por la línea pública… pero no sabemos que decirles..
-Yo tampoco.


Colgué. Nada que hacer… en la oscuridad oí un lento goteo… seguí el tubo con una lámpara… el goteo se hacía más espaciado… corrí siguiendo las curvas y las desviaciones del metal. Cuando llegué al final del tubo, de un grifo de paso escurría la última gota. Lenta, conjuntándose molécula a molécula, brilló un segundo precioso y descendió a tierra, dejando una mínima huella húmeda.


Un estertor agónico llenó la tubería.


Luego, el silencio.


Así que esto era el fin de la civilización… un delicada gota temblando y cayendo a tierra.


Los teléfonos siguieron sonando.
No por mucho tiempo- me dije- no por mucho tiempo... 

El sol era una brasa blanca y pequeña que horadaba el candente cielo. Elm "Tres muertes" sentía la lengua como un pedazo de cartón calcinado, descansando sin vida, en la tumefacta cavidad de su boca.

Llevaba nueve días sin pasar más que saliva y víbora seca por aquello que alguna vez fuera su garganta liosa, pronta al grito y al licor ríspido ; nueve días respirando arena, odio y aire caliente. Su mirada azulina se apretó al sentir el rigor de la brillante luz del desierto.

Una inesperada ráfaga de viento frío le arrancó el tejano de la pelambre rubia y aceitosa, lo recogió de un manotazo y lo volvió a acomodar sobre su cabeza de matón de saloon.

La paja crujió quejándose de tanto sol, pero los ojos de águila dolida de Elm se perdían en el arenal, buscando sobre la alfombra inmensa...y ahí, junto a la ondulante huella de la serpiente, estaba, como marcada con agua, la señal del paso de los traidores.

Elm sonrió y las grietas que surcaban sus labios resecos se abrieron, rojas y vivas, al viento punzante y a la arena candente; su piel estaba seca y caliente como la de un lagarto ... el sudor ya no mojaba su frente y tres días antes había tenido una convulsión junto a un pozo cristalino y matrero que brotaba, lleno de ponzoña, junto a los arenales; pasó la noche temblando como un niño, sudando ríos de agua helada a cada golpe que su estómago le daba obligándolo a vomitar un líquido negro como la muerte.

Pero sobrevivió; su odio era más grande que el desierto y el tósigo de todos sus manantiales ... ahora no sudaba y sus ojos estaban tan resecos y enrojecidas que el sólo parpadear le producía el resquemor de mil escorpiones ... pero no siempre fue así. Elm "tres muertes" había tenido los ojos húmedos y gruesas gotas habían corrido por sus, ahora, chamuscadas mejillas; Elm también había tenido un corazón. Pero no más.

No ahora.

Su corazón de pistolero se agitó como un potro agonizante; las huellas de los traidores estaban ahí, trastabillantes y ansiosas, dos pares de piernas dudando y corriendo a tramos ... a veces aparecía junto a ellas la huella de una mano que revelaba el angustiado tropiezo de los que huían de su odio.

La escritura, formada por las huellas de los fugitivos sobre la arena, hizo sonreír a Elm; podía leer en cada paso como en un libro, adivinar sus planes, saber que sentían, oler su miedo paladeando su venganza por anticipado.

Levantó la vista hacia el cielo cuando escuchó el graznido de una aura desorientada; el golpe solar lo hizo tambalearse en medio de la nada ocre; estuvo largo rato tirado sobre la arena, con la cara hundida en el saladar granuloso y caliente, resollando como un animal herido , humillado por el mareo y temiendo morir antes de poder estrangular a ese par que lo había condenado a ese purgatorio interminable.

Se ajustó la cartuchera hasta lastimarse para obligar a su cuerpo a que despertara. Revisó su pistola una y otra vez hasta asegurarse de que no fallaría cuando tuviera frente a él sus hermosos ojos gatunos suplicando piedad .

Un aire frío como la ventisca le hizo castañear los dientes, pero, a su alrededor no se movían ni las dunas ni el silencio. Elm "Tres muertes" temblaba, apretó sus mandíbulas para ahuyentar el pavor que comenzaba a habitar su carne llena de sol ... avanzó renqueando, tropezando con sus propios pasos , sin quitar la vista de las huellas que se desdibujaban trazando un cansancio similar al suyo...

...las huellas se juntaban en ciertos tramos, avanzando unidas, mezclándose las más grandes con las pequeñas, como si fuesen las marcas de un extraño animal ... y Elm apretaba su mano ennegrecida sobre la cacha ardiente de la pistola, aullando como un demonio burlado; de tener lágrimas dentro del cuerpo las hubiese arrojado a esas soledades ...

...todo, menos las huellas juntas, amorosamente vertidas sobre el desierto calcinante, juntas pese al horror y a la fatiga, pese, a la sed y al horizonte interminable...pese a su odio sin freno y a su persecución feroz; cayó de rodillas y, entonces, a sus labios llegó , con un resabio de humedad y arcilla, la extraña palabra

- Zigurat ...

Elm apenas respiraba, reptando sobre las dunas, ansiando verlos tras cada montículo, amartillando el revólver cada vez que lo engañaba el crótalo de la cascabel cortando el aire con su sordo murmullo.

Elm "Tres muertes" había amado y sentía en el centro del estómago todo el dolor de ese sentimiento desperdiciado. Tanto creer sólo en él y su fidelidad de hermano, en su sonrisa franca y su espalda ancha de hombre cabal ... tanto perderse en la piel suave y el bronco aroma de su amor por ella ... y ambos habían despreciado el amor turbulento y la amistad sin límites de Elm "Tres muertes" para buscarse los dos en esa piel suave y esa espalda ancha...

... y Elm los odiaba por ese sentimiento de pequeñez que , con su amor, le habían infundido, por la indiferencia con la que lo habían arrojado de sus vidas para juntar sus huesos en mitad del desierto, pero sobre todo, Elm los odiaba por ... el temor ... a morir, sin jamás saber ... el significado de el nombre de

- Ur...

Elm se extrañó de que su lengua bronca hubiese dejado brotar esa palabra que como el eco de una campana de bronce, como un cántaro herido por la piedra, le había quedado enredado en su cuerpo insolado. Se incorporó escupiendo mineral calcinado.

Las huellas. Elm "Tres muertes" olvidó la palabra que le había salido al encuentro en mitad del desierto para recordar las tres osamentas, endurecidas por el tiempo, a las que debía lo que ya era su nombre.

Una opalina oleada se desprendió del horizonte revelando una ciudad reciente de arcilla y manantiales; Elm "Tres muertes" sintió su carne vibrar como una vara al conjuro del agua . Tal vez ellos curaban sus llagados pies en el oasis, bautizándose mutuamente con sus besos a la sombra de los árboles, confiando en que la bravura de la hamada y las dunas cambiantes hubiesen hecho volver sobre sus pasos a su perseguidor.

Elm sonrió haciendo que de sus labios brotara un hilillo de sangre amarga; tensó el gatillo de su pistola una vez más ... los sorprendería dormitando en el agua y de tres tiros les haría tragar ese amor que lo agobiaba.

Después, se bañaría en su sangre.

... pero en la ciudad de arcilla, en el manantial y bajo los árboles no había nadie. Elm gritó hasta que se evaporaron la ciudad, el manantial y los árboles, desbarrancándose contra la luz del atardecer. El aire del desierto sopló ferozmente sobre su frente palpitante, azuzándolo y gozando con su rencor sin salida. Elm siguió avanzando a zancadas perdidas, echando espumarajos ferinos, balbuciendo el nombre de

- Ur ...

Sólo Ur, como si su lengua se hubiera agarrotado alrededor del extraño monosílabo, como si su mente se hubiera perdido en el confín arenoso de las dos letras. Las huellas se iban alejando, se evaporaban como la ciudad antigua que le había salido al paso bajo la forma de un espejismo ... y su odio se iba diluyendo.

¡¡Maldita sea!!

Elm cayó de rodillas ¿Acaso era verdad que existía la felicidad sobre la tierra? Ahora se quedaría rígido y solitario esperando a que sus huesos se pusieran blancos como un ángel, en la mitad de la nada. ¿Había valido la pena tragarse el desierto y gastarse la vida corriendo como un puma sanguinario tras sus presas? El amor seguiría llamándose amor entre las bestias ...

- ¡Ur ...!

Aulló con rabia Elm, vomitando por cada poro de su cuerpo la negra muerte llamada amor. Y se desbarrancó como un espejismo, como la ciudad antigua, el manantial y los árboles.

Sintió la primera piedra sobre su espalda cuando la agonía ya estaba avanzada.

Varios ojos morenos, brillantes como la turmalina , lo veían acechantes. Los cráneos rapados refulgían entre la sombra arbolada y la luz de Ishtar. Sólo se escuchaba el crujir de los faldones de hoja de caña. Tras ellos, la arcilla se cuadraba formando calles y resquicios. Elm "Tres muertes" se había evaporado con su odio sin medida y era Mle quien ahora apuntaba su dedo tembloroso hacia donde se levantaba el zigurat.

- No la has traído - escuchó las palabras cuneiformes y rígidas del sacerdote.

- Ni a él - dijo otro odio tribal enardecido por el adulterio de ellos y el fracaso de Mle, el marido burlado.

Mle bajó su dedo, despreciado por aquellos que lo habían obligado a perseguirlos a través del candente erg.

Había decidido regresar a Ur para decirles que los había dejado huir ... en la rueda del tiempo ,esta vez los había odiado... tal vez en el siguiente giro no le tocaría anhelar beberse la sangre de ambos ... pero siempre decidiría dejarlos ir ; Ur se haría polvo con sus casas tostadas y sus majestuosas escalinatas… sus palmeras cuajadas de rocío y sus limosos manantiales terminarían siendo un desierto más grande que su corazón, pero el dulce veneno de los amores jamás se secaría sobre la tierra.

Mle lo sabía desde hace tres muertes.

Pero ellos no.

¡Indómita sangre caldea!

Una pedrada certera abrió su cráneo liso acabando con su ignominiosa condición de hombre engañado.

Sus pupilas se quedaron fijas por donde transcurría el ocaso. Sonrió mientras la sangre le inundaba la garganta por la que ya jamás saldría el nombre de su ciudad perdida en los confines del tiempo.

Cuando la letra nació
ya estaba pensado el universo

Ya era flor la flor
y el hambre era hambre
sobre la tierra,
poblada y anchurosa,

Pero sólo la letra
puso a la flor,
al hambre y a la tierra
en la mano del hombre.

Llegó.


Arrojó su sombrero sobre el sillón.


Esa era su rutina diaria.


El día que no lo hizo, comprendió su inutilidad y quemó el sombrero.

(Ahora arroja su bufanda.)

-Mamá...hay un basilisco bajo mi cama.

Sara apenas prestó atención, sumergida la cabeza en una revistita de chismes.

-Mátalo con un periódico...y limpias.
-No quiero matarlo ¿Puedo quedármelo?

Aarón miró a su mamá con los ojos muy abiertos y un libro de Borges entre sus manitas. “¡Este niño y sus cosas!” pensó Sara... “¿de dónde saldría tan raro?... como un bicho azul”

-Ya sabes que no podemos tener mascotas, el departamento es muy chico... sácalo al pasillo... alguien lo recogerá.

Aarón suspiró. Hace tiempo que había comprendido que con su mamá jamás iba a poder entenderse ¡y el basilisco era tan manso! Bajaba los ojos apenas se acercaba a darle agua o migas de pan.

Le hubiera gustado quedárselo. Pero obedeció a su madre, y salió con el bichito raro envuelto en una manta, mientras Sara encendía el televisor de la cocina para ver la telenovela. Aarón se quedó en la puerta, mirando la manta tirada en medio del pasillo oscuro.

Esa noche no soñó nada.

-¿Mamá?- Nadie le respondió. Fue a la cocina... y vio el vaso de leche sobre la mesa, junto a la nota de siempre: “Fui al pan. No tardo”.

Pero sí tardó.

Abrió la puerta de la calle. Nada. Desierta como un domingo. No se movía ni la hoja de un árbol. Tomó el rumbo de la escuela.

Ni un alma.

Al doblar la calle, se topó con una hilera de estatuas que bordeaba el jardín. Al final de la calle, la encontró... ahí estaba mamá, sentada en una banca, descansando con la bolsa de pan sobre el regazo.

Inmóvil y sonriente.

Aarón se puso feliz.

Supo que el basilisco podría quedarse en casa cuando lo vio salir de la bolsa, con el hocico lleno de migas y los ojos mansos, mirando al piso.