Ya era el tercer asalto del mes. Estaba verdaderamente harta.
¿Y todo para qué? ¿para quitarle un monedero con veinte pesos?
Una bufanda que le había tejido su abuela se fue en la back pack del último asalto.
 No tenía mucho... y el punto era que en el asalto, era más lo que la asustaban que
lo que le quitaban.

Ya no quería pasar otra vez por eso. Al pasar frente a la tienda tuvo la idea.
Compró medio metro de un plástico transparente en un vivo tono aguamarina...
Haría una bolsa transparente; con eso, los raterillos, a golpe de vista se darían
cuenta de sus pobrezas... de que no llevaba ni una computadora y que era
demasiado esfuerzo el que invertirían por obtener un celular viejo y barato.

Cortó las asas... trazó algunos dibujos con el marcador. No se veía nada mal...
después de todo, una bolsa de plástico no se tenía por qué verse fea. Le agregó algunos
adornos de listón, le puso un broche muy moderno y para la tarde, ya tenía una
bolsa linda y reluciente... pero, lo más importante, transparente.
Al otro día, echó sus cosas en la bolsa nueva y salió a la calle.

No. No podía ser... a dos cuadras,  un chamaquillo parecía haberla estado esperando. Navaja en mano, le urgía con la otra a que le entregara sus pertenencias. Intentó la salida...

- Mira bien... no tengo nada que ocultar... no traigo nada, nada más mis libretas y ya están usadas... ni dinero ni nada.

El chico ni se inmutó
- Saca tus mugres. Nomás quiero la bolsa pa' mi chava. Está bien chida.